Supongamos un ejemplo de cómo interrelacionan diferentes aspectos del entorno negativo convivencial en la salud mental:
Tomemos una estructura social básica, la economía, y en concreto la economía capitalista, propia del mundo en que vivimos. Sabemos que los ciclos de nuestra economía capitalista están estructurados en cinco etapas: auge, crisis, recesión, depresión y recuperación. Sin lugar a dudas el final de la primera década de este siglo XXI, constituye una fase del ciclo caracterizado por un retroceso en la inversión en las cifras de negocios y la peor crisis económica desde la 2ª guerra mundial. Una fase que ha venido precedida de una de auge y expansión, con un plena ocupación de la capacidad productiva y empleo unida a una subida generalizada de los precios. Pero, como en todas las fases de auge, el elevado crecimiento ha generado una cierta inestabilidad que al final y de una forma progresiva ha producido una crisis o punto de inflexión que condiciona un cambio de tendencia en una economía muy interconectada en el orden mundial. Al acercarnos al análisis social, psicológico, político…etc. de la fase de auge, podemos encontrar con toda seguridad, infinidad de actitudes convivenciales que de forma interactiva pueden explicar por sí mismas la dimensión de esta fase devastadora de crisis.
En primer lugar, diríamos que las crisis económicas nacen por la irresponsabilidad de los ricos y las sufren brutalmente los pobres, pero la magnitud de los despropósitos convivenciales y de la falta de ética nos alcanzan a todos con la misma intensidad porque emanan de cada uno de nosotros y de todos a la vez en forma de valores negativos, los cuales han sido gestados por un sistema capitalista dirigido y orientado por formas éticamente deplorables de producción donde lo único que cuenta es la acumulación irresponsable de dinero, notoriedad, egolatría y ganancias de todo tipo. Posiblemente es una situación social, inherente y natural del propio sistema capitalista -no es este el lugar para analizar una cuestión psicosocial de este calibre-, pero de lo que estamos totalmente convencidos es del hecho de haber desarrollado un modelo capitalista basado en el egoísmo, la escasa resistencia a la frustración, la codicia, el individualismo, la egolatría, y un largo etc.. que de forma interrelacional provocan un estado económico adverso para la mayoría.
Cómo y cuándo salir de nuestra crisis convivencial y de valores humanos
Los economistas dicen que de las crisis se salen, lo que no se sabe es cuándo. Lo que no sabemos es cómo y cuándo salir de nuestra enfermedad social, de nuestra crisis convencional y de crisis de valores humanos, no sólo entre las naciones desarrolladas sino también en los países alejados cultural y socialmente de los nuestros.
El entorno negativo afecta nuestra vulnerabilidad o predisposición a una enfermar mentalmente y la negatividad del mismo ha ido creciendo, pues es la única forma de entender el crecimiento alarmante de la enfermedad mental en nuestro mundo en relación a décadas anteriores.
El entorno negativo (estados de existencia, actitudes, crisis de valores en las estructuras sociales básicas) se refuerza a sí mismo a través de interrelaciones entre diferentes elementos que lo constituyen, en un mundo más interconectado pero cada vez más individualista.
Sin embargo no queremos hundirnos en el pesimismo ni en el catastrofismo. No queremos hablar de una época contemporánea peor que épocas pasadas, o llegar a pensar que cualquier momento pasado fue mejor. Por poner un ejemplo, no hace mucho que en nuestro país y muchos de nuestro entorno, el papel de la mujer era exclusivamente el de la procreación y muchos niños que sobrevivían en el parto, crecían sin derechos. Claro está que las cosas no han cambiado mucho en muchos países del tercer mundo, e incluso han empeorado. Muchas cosas han mejorado, otras han empeorado respecto a nuestro pasado y también algunas otras han emergido novedosamente en nuestro panorama social, económico, político y cultural.
Nuestra intención es ceñirnos en nuestro presente y en concreto en lo que hemos venido definiendo como el entorno negativo. Una parte del entorno global en el que vivimos, referido exclusivamente a factores psicológicos, conductuales de amplia incidencia en nuestra vida individual y social. No queremos hacer ninguna comparación, sólo valorar o tomar conciencia de lo que influye negativamente en el tiempo presente y que posiblemente siempre ha influido.
¿Qué podemos hacer para combatir los factores psicológicos que sustentan un entorno negativo?
Por supuesto no pretendemos realizar un análisis exhaustivo y profundo del problema presentado. Intentamos simplemente ofrecer consideraciones arrancadas de nuestro quehacer diario en el campo de la psicoterapia expuestas de la mejor forma posible para poder ofrecer nuestro humilde punto de vista sobre qué podemos hacer para combatir algunos de estos factores psicológicos que hacen sustentar un entorno negativo, activamente condicionador en nuestra salud mental, en nuestra forma de vida, en nuestro sufrimiento o bienestar convivencial…. y en general en nuestra calidad psicológica de vida.
Erich Fromm en su famoso libro «El miedo a la libertad» se proponía explicar que los aspectos de la crisis contemporánea de la civilización occidental estaban relacionados con la libertad del hombre, y que la racionalidad del sistema de producción, en sus aspectos técnicos, se ve acompañada por la irracionalidad de sus aspectos sociales, y que el destino humano se halla sujeto a las crisis económicas de desocupación y la guerra. La contribución de Erich Fromm (uno de los grandes pensadores del siglo XX) en dicha obra, se dirige sobre todo a afirmar la necesidad de considerar los factores sociales, los valores y las normas éticas en el estudio de la personalidad total.
«El destino humano se halla sujeto a las crisis económicas, la desocupación y la guerra», esa es una de las conclusiones del gran maestro, pensador y psicoterapeuta. Desde nuestros humildes conocimientos y salvando las distancias, aunque basándonos en la experiencia de 30 años en el campo de la psicología clínica y de la educación, simplemente queremos hacer notar algo en lo que muchos colegas del campo de la psicología aplicada parecen coincidir: que las crisis económicas son precedidas por crisis de valores en las relaciones interpersonales y que no debería bastar solamente con superar dichas crisis económicas desde una perspectiva exclusivamente económica. Que las crisis personales e individuales (algunas de las cuales pueden derivar hacia la patología) se fraguan en un convivencia negativa y que no sólo basta con tenerlo en cuenta, sino que algo hay que hacer desde las instituciones estructurales sociales básicas: la educación y la sanidad. Que muchas de las enfermedades mentales resultan de una combinación entre factores biológicos de predisposición (sobre todo en aquellas enfermedades donde el factor biológico está demostrado que es muy importante) personas negativas, aunque en otras, basta solo con este último. Por lo que en su tratamiento no se puede recurrir exclusivamente al tratamiento farmacológico sino que en todos los casos hay que contemplar el «entorno negativo» condicionador. Que el aumento alarmante en la última década de las enfermedades mentales en general, no es debido a un cambio físico, cambios capaces de hacernos más vulnerables a los diferentes trastornos mentales en aumento. Por lo que es lógico pensar en un cambio progresivo – a peor- de los efectos condicionantes del entorno negativo y que algo hay que hacer al respecto.
Es prioritario aumentar recursos destinados a salud mental.
Cuando decimos que algo hay que hacer al respecto, queremos decir simplemente «algo» (No ya hacer modificaciones en nuestras estructuras sociales, políticas, económicas, educativas…). Los datos de la prevalencia de las enfermedades mentales han confirmado la relevancia, la urgencia y la necesidad de impulsar reformas en materia de salud mental, dando prioridad al aumento de recursos destinados a la atención de este colectivo de enfermos, pero en comparación con el resto de Europa, y de acuerdo con los datos de la OMS, España se encuentra muy retrasada en términos de recursos destinados a la atención de las personas con enfermedad mental, situándose, incluso, por debajo de países como Rumania, Ucrania, Grecia, Hungría o Lituania. Situaciones como ésta son lamentables pues ya no se busca sólo mejorar la prevención y evitar la cronificación de trastornos psicopatológicos, simplemente la atención y el tratamiento.
Víctor Rams Maiques
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