Las necesidades son la expresión de lo que un ser vivo requiere indispensablemente para su conservación y desarrollo. En psicología la necesidad es el sentimiento ligado a la vivencia de una carencia lo que se asocia al esfuerzo orientado a suprimir esta falta, a satisfacer la tendencia, a la corrección de la situación de carencia.
En economía, un deseo es una necesidad que toma la forma de un producto, marca o empresa. Por ejemplo, si se tiene sed y se siente la necesidad de hidratarse, se desea un vaso de agua, pero la publicidad ha podido cristalizar en mi mente la marca de un refresco determinado, por lo cual puedo sentir el deseo de su consumo. El problema surge cuando aprovechando la escasa diferencia que en la percepción humana existe entre “necesidad y deseo”, junto a la repetición del mensaje publicitario, se crea la necesidad de satisfacer la sed (auténtica necesidad), sólo a través de dicho refresco, al haberse producido una proyección del deseo en necesidad.
Nuestra forma de pensar influye fundamentalmente en nuestras emociones y comportamientos. Si el pensamiento en forma de lenguaje y diálogo con nosotros mismos se ajusta a la realidad, no es fuente de problemas; Si es absurdo y no se ajusta a la realidad (“lo necesito, “no puedo”…) entonces nuestro comportamiento y emociones pueden perturbarse.
Las necesidades, tal y como las definimos aquí, no se crean, existen, lo que se crea o fomenta, es el deseo. El papel del marketing es detectar y crear necesidades y deseos que puedan transformarse en oportunidades de negocio; producir satisfactorios (productos y/o servicios) y despertar el deseo por dicho s productos o servicios. Fomentar deseos no es malo, es una característica humana. El problema se produce cuando nos volvemos esclavos de los deseos. Cuando nos enseñan a pensar de una forma inadecuada sobre ellos. Cuando los consideramos imprescindibles, indispensables, obligatorios e inevitables.
Cuánto esfuerzo, cuánto sacrificio y cuánta pérdida banal de tiempo cuando pensamos en la cantidad de horas de trabajo y sacrificio que pueden implicar, por ejemplo, el pago de una hipoteca, al haber creado la necesidad de poseer una casa en propiedad, o la compra de un coche nuevo cuando aún nos basta con el que tenemos. No digo que no lo merezcamos, sino si valen tanto como dedicarles tanto tiempo, aunque injustamente otros puedan obtenerlos sin tanto desgaste, pero este es otro tema.
BREVE REPASO HISTÓRICO DEL CONCEPTO DE NECESIDAD , DESEO Y VALOR DEL TIEMPO
Séneca y el Estoicismo
Cuando Séneca nos habla de la brevedad de la vida, no nos habla de la escasa duración cronológica de la misma, sino de la utilización banal del tiempo, y en la inconsciencia de su valor, pues es el único valor real de cada una de nuestras vidas. Cuando Séneca nos habla del “tempus fugit”, nos está hablando de un tema de mucha actualidad: El tiempo dedicado a nuestra vida profesional, a nuestros hábitos televisivos, o a las más variadas posibilidades de ocio que nos brinda nuestra sociedad, nos mantienen entretenido, pero nos impiden tener una vida más intensa y profunda, donde el tiempo podría alargarse y adquirir un sentido más humano.
No estoy diciendo que no es bueno tener deseos o entretenerse. Tener deseos es una característica humana que nos hace felices pues causan placer, el problema es cuando los transformamos en necesidades. Y es que, como hemos visto, los seres humanos nacemos con una tendencia a convertir los deseos en necesidades. La producción de necesidades artificiales puede producir malestar emocional, y como dice Séneca,: “La mejor manera de producir “tempus fugit” es crear necesidades banales”
Siempre recordaré aquel vaquero cabalgando y hablando de sabor a libertad, en un anuncio de una marca de cigarrillos. Hay que reconocer que la realización del anuncio era casi perfecta: la música, el anuncio, las vistas, las sugerencia, toda la atmósfera.
Y esto lo dijo Séneca hace 2000 años. Claro está que lo dijo en una época muy semejante a la nuestra. La sociedad romana había perdido los valores de sus antepasados y se transformó al buscar el placer en lo material y mundano, dando lugar a una sociedad turbulenta, amoral y antiética, que al final la condujo a su propia destrucción.
Séneca fue todo un personaje de su época. Filósofo, político, orador, escritor. Nació en la moderna Córdoba (en la provincia de Hispania) en el año 4 a.c y murió en Roma en el año 65 d.c. Fue Cuestor, Pretor y Senador del Imperio Romano durante los gobiernos de Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón, además de ministro, tutor y consejero del emperador Nerón. Pero lo que más nos interesa de este influyente y polifacético hispano, es el hecho de ser el máximo representante del Estoicismo.
El Estoicismo es una corriente filosófica fundada en Atenas por Zenón (335-264 a.c.). Una corriente o escuela filosófica es una manera de pensar o proceder en relación a la filosofía, es decir, a la vida, al mundo, al hombre, al conocimiento. También se puede entender como corriente de pensamiento. Respecto al estoicismo, suelen distinguirse varios periodos en la historia de esta escuela: el primer estoicismo(Zenón, Crisipo..) el medio, y el estoicismo tardío o romano, donde colocamos a Séneca, Epicteto y Marco Aurelio, los tres con un pensamiento atractivo, curioso e interesante para los actuales psicólogos cognitivos y para el tema del valor del tiempo, el control de las emociones a través de la razón y el dominio de los deseos y las necesidades que nos hacen esclavos: “El hombre no se ve distorsionado por los acontecimientos, sino por la visión que tiene de ellos” Epicteto.
Los estoicos fueron los primeros en aconsejar el control racional sobre los impulsos, pasiones y afectos.
Respecto al tiempo, Séneca aconseja que no se debe perder el tiempo en investigar asuntos que en realidad carecen de importancia y, sin embargo, sí se debe aprovechar bien el tiempo propio. Para Séneca este aprovechamiento tiene que basarse en la liberación de aquello que nos hace esclavos: los deseos. Marco Aurelio, emperador y filósofo estoico, también se refirió al tiempo y a las pasiones, en sus “Meditaciones” nos recuerda el valor del momento: “Por más larga que sea la vida de uno, al morir, todos perdemos lo mismo: el presente, pues el pasado ya lo hemos perdido antes, el futuro no lo poseemos aún y no podemos perder lo que no tenemos”.
“No hay más calma que la engendrada por la razón” Séneca
“La vida de un hombre es lo que sus pensamientos hacen de ella” Marco Aurelio
“Apresúrate a vivir bien y piensa que cada día es por sí solo, una vida”. Séneca
“No permitas que tu memoria se enajene de las cosas que tienes, sino de las que te hagan falta”. Marco Aurelio
«Apartemos el lujo y midamos las cosas por la utilidad que nos aportan”. Séneca
Los cínicos, Antístenes y Diógenes
Pero, en sus orígenes, la mayor influencia recibida por la escuela estoica fue a través de la escuela cínica. La escuela cínica tuvo una clara influencia en los estoicos.
El nombre de cínicos proviene de kinicós, que en griego significa “perros”. La gente les apodaba con ese nombre por el comportamiento de los fundadores y seguidores de esta escuela, sobre todo, por el modo de vida que habían elegido estos personajes, por la idea radical de libertad, su desvergüenza y sus continuos ataques a las tradiciones y los modos de vida sociales. Era característico de los cínicos la transgresión continua. Tanto de los valores tradicionales, como de las normas sociales. Se puede decir, sin lugar a dudas, que eran unos “antisistema” de su época.
Los cínicos tomaron como modelos a la naturaleza y los animales, los adoptaron como ejemplos de autosuficiencia. Esta actitud de dominio y control de los deseos y necesidades influyó sobre los estoicos cuando se constituyeron como escuela 100 años más tarde.
Los cínicos, como corriente filosófica, fue fundada en Atenas por Antístenes en el siglo IV a.c. Antístenes se llamaba a sí mismo “El Auténtico Perro” y su discípulo Diógenes, se daba a sí mismo el nombre de “cínico” (“discípulo del perro”).
Los cínicos despreciaban los bienes materiales, los placeres, las pasiones, las normas sociales y los lazos nacionales. Valoraban más una vida salvaje que otra sometida a las reglas del rebaño, una vida sencilla que otra refinada y alienante. Su estilo franco, provocador y desvergonzado los diferencia de los estoicos y de otras corrientes, aunque su influencia llega hasta nuestros días.
Se proclamaban cosmopolitas y liberados de cualquier obediencia a las instituciones, convenciones o leyes, ya que éstas son siempre locales, y ellos se consideraban ciudadanos del mundo. En cualquier sitio se encontraban en su casa.
El miembro más destacado de este movimiento fue Diógenes. Este singular y cautivante personaje nació en Sinope (Asia Menor) entre los años 413 a.c. y 400 a.c. Fue desterrado de Sinope. Forzado por estas circunstancias, deambuló por Esparta, Corinto y Atenas. En esta ciudad se hizo discípulo de Antístenes , optó por llevar una vida austera y adoptó la indumentaria cínica como su maestro: un manto, un zurrón y un bastón. La leyenda cuenta que se deshizo de todo lo que no era indispensable, incluso abandonó su escudilla cuando vió que un muchacho bebía agua en el hueco de las manos. Promulgó hasta el extremo los ideales de privación e independencia de las necesidades materiales. En este sentido, resulta contradictorio el haber acuñado en 1975 un patrón e conducta caracterizado por la acumulación en el hogar de grandes cantidades de basura, utensilios y desperdicios con el nombre de “Síndrome de Diógenes”. En realidad este patrón debería llamarse “Síndrome de Anti Diógenes” . Desde un punto de vista histórico y conceptual, la acumulación de cualquier tipo de cosas es lo contrario a lo que preconizó y practicó Diógenes, por eso vivía en un tonel. Su aspecto era descuidado y su estilo burlón. Su comida era sencilla. Dormía en la calle o bajo algún pórtico. Mostraba su desprecio por las normas sociales. Sólo admitía tener lo indispensable, en una renuncia constante de todos los bienes creados por la sociedad humana.
Cuentan que un día, cuando estaba en Corinto, el mismísimo Alejandro Magno se le acercó y le preguntó: ¿”Hay algo que pueda hacer por ti?”, a lo cual Diógenes le respondió: “Sí, apartarte. Me estás tapando el sol”. Dicen que Alejandro se quedó tan impresionado con el dominio de sí mismo del cínico, que se marchó diciendo: “Si yo no fuera Alejandro, querría ser Diógenes”.
Según la tradición popular, Diógenes caminaba por Atenas a la luz del día llevando una lámpara encendida y cuando se le preguntaba que por qué hacía esto, contestaba: “Busco un hombre”, y cuando le decían: “La ciudad esté llena de hombres”, replicaba: “Busco un hombre de verdad, un hombre honesto”.
Diógenes veía a la civilización como algo artificial, y como cualquier cínico, valoraba la sencillez y lo natural, y repudiaba la vida refinada y alienante, puesto que las necesidades inventadas por la sociedad desposeen al individuo de su personalidad anulando su libre albedrío haciéndolo cada vez más dependiente de las mismas.
Del mismo modo que cuatro siglos más tarde Séneca y los estoicos reflexionaron sobre la sociedad degenerada, materialista y amoral, Diógenes y el cinismo pretendían dar una respuesta individual a la incertidumbre que se vivía en ese periodo de crisis cultural, manifestando su malestar y descontento.
Diógenes escribió algunos libros que se han perdido, se sabe que eran de carácter breve y en forma de máximas o sentencias agudas e irónicas. No se sabe la verdadera causa de su muerte. Según algunos, murió por las mordeduras de un perro y según otros, de una indigestión por comer pulpo crudo.
Cínicos y estoicos, así como sus repercusiones e influencias a lo largo de la historia, dejaron claro desde hace casi tres mil años a través de sus reflexiones y enseñanzas, que las necesidades inventadas constituyen principalmente el origen de la desdicha humana. Cuando lo que deseamos, aún siendo banal, se convierte en una fuente de “motivación importante” el desgaste de energía y tiempo puede ser muy elevado. Un impuesto improductivo e innecesario que nos esclaviza y encadena a través de la motivación.
No quiero decir que no haya que seguir a nuestros deseos. De hecho, la calidad de nuestro tiempo está en los buenos momentos, por eso hay que seguirlos, buscarlos e incluso prepararlos. Momentos de bienestar y positividad.
Epicuro y el Epicureismo
Siguiendo en nuestro breve análisis de la historia del pensamiento referente al tema del “deseo y la necesidad”, también hubo un movimiento defensor del deseo.
Epicuro de Samos vivió en el periodo comprendido entre los siglos IV y III a.c. y estableció que la meta máxima de cualquier ser humano debe ser el conseguir la felicidad. Ello supone, por tanto, que haya que satisfacer de manera moderada cualquier deseo. Hay que aclarar que la escuela epicúrea asociaba el placer con la paz y la calma. En este sentido, el principal énfasis de esta doctrina se encontraba en reducir el deseo, y no obtener placer de manera inmediata.
El epicureismo fue la doctrina iniciada por Epicuro. En el antiguo mundo de la zona mediterránea, la filosofía epicúrea ganó gran número de seguidores. Fue una escuela de pensamiento muy prominente por un lapso de siete siglos después de la muerte de Epicuro. Este filósofo consideraba que la felicidad consiste en vivir en continuo placer. Este punto de su doctrina ha sido , a menudo, objeto de malentendidos. Lo que quiere decir Epicuro es: “Pese a que el placer es un bien y el dolor un mal, hay que administrar inteligentemente el placer y el dolor”.
Precisamente por esto, en ocasiones debemos rechazar placeres a los que les siguen sufrimientos mayores, y aceptar dolores cuando se siguen de placeres mayores. Por eso habla de la importancia de poseer una virtud para elegir y ordenar los placeres: La Prudencia.
El discernimiento de los diferentes placeres y la recta prudencia, permiten acercarse a una vida feliz, lo cual constituye el objeto de su filosofía.
Hemos visto que los estoicos, por lo general, consideraban el placer y ciertas emociones como irracionales y en contra de la naturaleza. En contraposición, los epicúreos tenían como fines el placer (ausencia de dolor) y la felicidad.
Epicuro predicaba la filosofía de gozar de la vida. Diógenes, contemporáneo de Epicuro, era su antípoda. Eran opuestos por el vértice en cuanto a su filosofía de vida. Sin embargo ambas corrientes coinciden en un punto:
“La serenidad o tranquilidad de ánimo como única forma de felicidad a la que resulta aceptable aspirar sólo podemos alcanzarla a través del control racional sobre los propios impulsos, pasiones y afectos, muchas veces transformados en necesidades”.
Para los estoicos esa suerte de dominio se alcanzaba a través de la práctica escrupulosa y sostenida. Para los epicúreos a través de la prudencia racional evitadora del dolor. Y ¿Qué puede ser más doloroso que el deseo convertido en necesidad?.
HEMOS APRENDIDO MUY POCO
En este breve repaso histórico no he pretendido contraponer estas dos corrientes no sólo en su inicio en Grecia si no también en su continuidad en Roma. Fundamentalmente he pretendido hacer hincapié en que desde hace más de dos mil años el ser humano ha debatido sobre las consecuencias dolorosas de un mal enfoque respecto al tema de la necesidad y el deseo. Pero parece que hemos aprendido bien poco.
En algún punto hemos dicho que es muy importante para nuestras vidas realizar una reflexión de cómo vivimos en relación al tiempo y que esta reflexión nos puede ayudar a comprender nuestro estado de salud global y que vivir atados a la satisfacción de necesidades inventadas no debe ser una situación saludable en el devenir temporal de nuestras vidas.
Víctor Rams Maiques
Deja una respuesta