Las terapias de tercera generación o la tercera ola de terapias de conducta son un conjunto de tratamientos creados con el propósito de realizar una modificación de conducta del paciente pero desde un enfoque global y próximo a la persona.

Dentro de las terapias conductuales, primero fueron las terapias basadas en el estudio de la conducta externa, luego llegaron las inspiradas en las teorías cognitivas y ahora han llegado las de tercera generación.

Estas nuevas terapias no tratan de sustituir a las dos anteriores, sino más bien tratan de llegar a patologías a las que las anteriores no llegaban, lo cual quiere decir que las anteriores aún se siguen utilizando donde sea conveniente utilizarlas. La tercera ola ha venido para expandir los límites de las dos anteriores.

Terapias de tercera generación

Las terapias de tercera generación tienen límites difusos entre ellas y a veces se complementan y potencian unas a otras. En este sentido todas estas terapias tratan de cambiar el contexto personal más que las conductas problemas, siendo «el yo observador» un concepto fundamental en todas ellas.

El «yo observador»

El «yo observador» es quien se encarga de registrar todo lo que pasa, tanto fuera como dentro de nosotros. No opina ni analiza nada, simplemente observa. El «yo pensante» se activa automáticamente y nos permite analizar y planear (aunque a veces suele contaminar la objetividad de la experiencia).

El «yo observador» es la capacidad objetiva de percibir y percibirnos en uno estado de vigilancia en el que uno atiende a lo que sucede y lo que le sucede de un modo más atento de lo habitual, con una consciencia más solícita, y además desde una ecuanimidad en la que no hay implicaciones emocionales o personales -aunque se trate de uno mismo- ya que lo que caracteriza a este «yo» es, precisamente su objetividad. El «yo observador» nos capacita a ser ecuánimes.

El «yo observador» no juzga, no critica ni da órdenes. Sólo se da cuenta imparcialmente. Y en ese sólo darse cuenta es donde reside la objetividad y claridad necesaria para que más tarde se tome la decisión acerca de lo que se desee hacer con cada asunto.

El «yo observador», es el que da la perspectiva necesaria a las terapias de la tercera ola, pues es a través de él cuando potenciamos nuestra capacidad de aceptar el dolor y no convertirlo en sufrimiento. El desarrollo de este «yo» nos capacita para aceptar las emociones, sensaciones y pensamientos en favor de aquello que realmente se considera importante.

El «yo observador» no es la mente, ni el pensamiento, ni la inteligencia. Es la vigilancia no invasiva, sin palabras, sin expectativas, sin juicios. Aporta la realidad y no la idea de la realidad.Precisamente por esto es tan importante para las terapias de tercera generación, pues su desarrollo permite el darse cuenta de las equivocaciones de un «yo pensante», contaminante de la realidad objetiva a través de las contradicciones, de los traumas del pasado, de las experiencias desagradables, los miedos, las inseguridades, nuestros pensamientos absolutistas, nuestras inestabilidades… Nos permite ver cuándo no estamos siendo nosotros mismos al contradecirnos entre lo que deseamos hacer y lo que acabamos haciendo.

Con el «yo observador» el paciente aprende así a desvincularse de los pensamientos, dándose cuenta de que no son mandatos que ha de cumplir, ni verdades absolutas.

El «Yo pensante»

El «yo pensante» se contrapone al «yo observador» pues no es tan imparcial. Este «yo pensante» nos hace perder consciencia de lo que pasa en la realidad, pero no hay nada de malo en eso, siempre y cuando nos demos cuenta de que lo estamos haciendo y quién nos lo puede hacer ver es precisamente nuestro «yo observador».

En nuestro centro Copps Psicólogos Valencia aplicamos las terapias de tercera generación y trabajamos con el «yo observador» y el reconocimiento del «yo pensante» para ayudar a afrontar y superar los problemas emocionales de nuestros pacientes.

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